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Mis padres pertenecen a la generación del ’68, y toda su vida han actuado en favor de que haya libertad en esta especie de país. Ellos y los de su generación me han permitido vivir en un país con cada vez más opciones, más libertades, y mayor PROGRESO.

Yo acompañé a mi padre a comprar nuestra primera videocasettera: a escondidas, delinquiendo, porque el gobierno de entonces había decidido que estaba prohibido comerciar y poseer artefactos electrónicos construidos fuera del país.

Luego, cada semana, venía a Querétaro con él a rentar películas, que obviamente no eran originales, en un videoclub en Avenida Circunvalación, a unos pasos del acueducto. No eran originales porque su importación estaba prohibida, y los artefactos para duplicarlas TAMBIÉN.

Mi padre tuvo que esforzarse para explicarme porqué teníamos que comprar y rentar a escondidas algo que era mero entretenimiento, sólo porque la tecnología y la obra estaban hechas fuera del país: en resumidas cuentas, el gobierno estaba lleno de imbéciles represores.

Al año siguiente México ingresó a la ronda Uruguay del GATT, y desde entonces hasta hoy, no he dejado de ver un aumento en las libertades que gozamos en este país: económicas, financieras, comerciales y CÍVICAS.

Ocho años después comencé a contribuir con el fisco de este país, y a involucrarme en temas cívicos y políticos; no he descansado desde entonces en el esfuerzo personal de crear más libertades para todos.

Vi la puesta en marcha del TLC; vi la creación de la Unión Europea, a partir de la Comunidad Económica Europea; vi el auge del libre comercio en todo el mundo; y en este país vi cómo las elecciones pasaban de ser una simulación a un ejercicio cívico real, pacífico y ordenado.

Vi cómo el monolítico poder político se partía, y por sus rendijas se colaban nuevos actores y nuevas ideas, salpicando más opciones partidistas reales, más opiniones editoriales, más canales de información, más formas de escuchar y difundir.

Hoy que la propia democracia nos estalla en la cara con un gobierno nostálgico, culero, primitivo y represor, declaro que yo no me voy a ir de acá sin dejar un país mejor que el que mis padres y su generación construyeron para sus hijos. No podría. No quiero. No lo voy a hacer.

No quise tener hijos, pero igual hay un madral de nuevos mexicanos que vienen detrás mío, y no me hace feliz la idea de dejarle un mundo con menos opciones, con más restricciones, con miedos, con opiniones susurradas, de dientes apretados. Juro que no.

Esos mexicanos que hoy están en la escuela primaria, o en el kinder, o en el vientre de sus madres, no merecen llegar a un país de leyes simuladas, donde rija el misticismo pitero de un pobre pendejo, primitivo y ridículo.

Este país YA ES una nación DE LEYES. Perfectible, inacabado, pero claramente un país de contrapesos y rendición de cuentas. Ni López ni su pandilla de pinches nacos nos lo van a escamotear.

Mis papás y su generación, y yo mismo y mi generación, no nos esforzamos tantas veces y en tantas formas, para que un grupito de rateros cursis y rupestres lo borren con una sonrisita cínica y una serie de frases pendejadas como “me canso, ganso”.

Que @lopezobrador_ y sus achichincles dentro y fuera de @Mx_Diputados y @senadomexicano lo tengan claro: son una plasta de lodo; todo lo que tenemos que hacer es embarrarlos y ponerlos al aire: luego se caerán solos. Y lo vamos a hacer.