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Cometer errores es una de las posibles consecuencias de ejercer el derecho a decidir: nadie es tan atinado como para jamás equivocarse, pero nada es tan peligroso como no decidir temiendo al propio error.
Hace casi tres años, una gran parte de la sociedad mexicana se equivocó en forma grave, y le abrió la puerta a un proyecto de gobierno criminalmente primitivo, rencoroso y ladrón. Todos en México hemos sufrido los efectos de esa mala decisión, y una mayoría estamos dispuestos a corregir el rumbo: han sido días llenos de dolor. Ya basta.
El próximo domingo seis de junio, hay que participar en la elección intermedia. Y a partir del día siguiente, gane quien gane en cada estado, cada ciudad y cada distrito, debemos asegurarnos de comunicarles lo que sí queremos, y qué estamos dispuestos a hacer para conseguirlo. Es hora de trabajar en serio en términos cívicos: se lo debemos a nuestros vecinos, a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros enfermos y a nuestros muertos.
Desde que comenzó este gobierno federal, la carencia, la incertidumbre y el dolor han aumentado para todos, y la llegada de la pandemia lo empeoró: la escasez de medicinas se generalizó; las muertes, por covid19 y otros padecimientos, aumentaron; el empleo desapareció para 10 millones de personas, y la criminalidad se recrudeció en todo el país.
Con este gobierno, han muerto personas a las puertas de los hospitales, suplicando por ayuda, sin poder ser atendidos.
Con este gobierno, miles de niños que padecen cáncer han tenido que interrumpir sus tratamientos, marchitándose un poquito cada día, muriendo en brazos de sus madres.
Con este gobierno, miles de mujeres maltratadas han quedado indefensas, sin asesoría ni albergues para enfrentar a sus agresores.
Con este gobierno, más de 80 mil personas han sido asesinadas en México.
Con este gobierno, más de 600 mil personas han muerto por covid19, gracias a que la pandemia jamás fue combatida, sino simplemente administrada, buscando la “inmunidad de rebaño”.
Esto tiene que acabar: nadie que se asuma como ser humano puede permanecer indiferente, y mucho menos avalar, este torpe desastre. Ya no importa qué buscaba López, ni lo qué sucedía antes; ya no importa si dijo, si prometió o si se comprometió: lo que importa ahora es que López no pudo, y tal vez ni siquiera quiso; para ese sujeto despreciable nada importa si no se trata de él. Es hora de ponerle fin a su delirio.
Todos a una voz, mexicanos: a participar en la elección, y a cuidarla; a publicar sus resultados, y a defenderlos; a hacer que el voto NOS SIRVA, porque para eso es: para estar mejor.
Vamos a decidir BIEN, sin eludir la responsabilidad propia, y sin dejar a la buena voluntad de alguien el cumplimiento de las promesas. Seamos claros, directos, y valientes: que nadie solape esta criminal destrucción, que un demente y su corte de ladrones han emprendido desde el museo del Zócalo.
Y quien así lo hiciere, que deje constancia de su bajeza: si antes pudo alegar ignorancia, hoy no podría; ser pendejo es una posibilidad natural de todo ser humano, pero HACERSE pendejo es una elección bastarda. Quien opte por ella, que se mantenga lejos de mi mesa: nada hay que podamos compartir.
Los demás conmigo, y yo con ellos, hasta ganar.