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Comenzaré por hacerle una sencilla pregunta: ¿Cuánto tiempo considera necesario invertir para renovar una licencia de automovilista? Piense en los tiempos estandar que le permitimos a cualquier gobierno local. En esta ocasión quiero compartir con usted una experiencia personal en lo público.
Resulta que la licencia de conducir de mi esposa está por vencer. Empezó a indagar y resultó que desde la pandemia, el gobierno de Baja California había implementado un sistema de citas en todos los centro de recaudación de rentas. Hasta aquí me pareció una idea sensata, un sistema de asignación de citas permite mantener un orden de atención. Comenzó a buscar una cita y la más cercana estaba para dentro de un mes o, luego de intentarlo varias veces, el sistema fallaba.
Hace cinco años, cuando tuvo que renovar su licencia, recuerdo que fuimos a un centro de recaudación de rentas del gobierno estatal (encabezado por el panista Francisco Vega) y en un par de horas en una mañana se había resuelto el trámite. Por supuesto, la pandemia cambió muchas cosas y uno entiende que no necesariamente todo sea igual que antes.
Ahora bien, si tomamos en cuenta que estados y municipios tienen muy pocos impuestos por cobrar porque la Federación recauda la mayor parte a través del IVA, la lógica indicaría que los gobiernos locales tendrían que ser más eficientes en los servicios que ofrece y en su cobranza. Este problema no es de este gobierno, es bastante añejo y data de los años setenta cuando los estados fueron -prácticamente- obligados a firmar un convenio de coordinación fiscal, el cual le dio todas las ventajas al gobierno nacional y dejó prácticamente en la calle a los gobiernos locales.
De hecho, el entonces gobernador priísta de Baja California, Milton Castellanos Everardo, fue el último en firmar el convenio porque -de acuerdo a sus cuentas- no le convenía a la entidad. Años después, el panista Ernesto Ruffo Appel utilizaría esos mismos cálculos actualizados y argumentos para solicitarle al presidente Salinas de Gortari un mejor trato fiscal para la entidad de parte de la Secretaría de Hacienda.
Comenté esta situación en mi muro de Facebook y las retroalimentaciones fueron diversas, desde el castrado cívico que te dice: “¿para qué te quejas?”, otro más dijo: “desde la pandemia se hace cita”, uno más dijo: “de todo te quejas”. La respuesta fue variopinta y me sorprendió que estemos tan acostumbrados a malos servicios públicos.
Por supuesto, no estoy pensando que me atiendan inmediatamente cuando yo quiera, más bien el motivo de mi queja es que renovar una licencia de automovilista me parece un trámite que debería ser bastante sencillo porque es “cosa de todos los días” y más aún si no vas cambiar ningún dato. Después de todo, representa un ingreso continuo de recursos para el gobierno estatal.
Entiendo también la necesidad de tener un orden de atención ¿pero en serio requieren un mes de anticipación para darte una cita? Por lo pronto, consiguió mi esposa una cita en Ensenada para el 21 de octubre (está a una hora de Tijuana) y veremos si logra renovar su documento.
¿Se da cuenta de las implicaciones que tiene en lo público este sencillo ejemplo? Ahora piense en otros tantos ejemplos de servicios públicos, que recibimos de manera deficiente, y que los aceptamos sin más discusión simple y llanamente “porque así es”.
Y así está el SAT, el IMSS, el trámite de pasaporte y otros tanto más. Hemos permitido que se degrade lo público sin chistar. Una vez más se hace evidente que debemos empezar a pensar de manera distinta acerca de la relevancia que le damos a los distintos niveles de gobierno.
En el contexto de la tarea de construir un país nuevo -porque el que tenemos está en plena destrucción- hay una oportunidad única para voltear el orden de prioridad en donde municipios y estados sean los más importantes porque son nuestra autoridad más próxima.
¿Cómo sucederá esto? Usted se tiene que involucrar, tiene que comenzar a activarse, organizarse e invitar a otros a hacer lo mismo. Nada le van a venir a regalar, créame.
