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La prórroga aprobada en el Senado de la República el pasado martes 4 de octubre encaminó a México al militarismo, pero en un raro binomio con la democracia, en lo que bien puede parecer un viraje del péndulo de la democracia sin adjetivos, que postulaba Enrique Krauze, a una democracia militar. No podemos pasar por alto que sea Andrés López, a quien muchos vieron como el gran político de izquierda, el social demócrata, el gran opositor que, una vez instalado en la presidencia, iba a cambiar el rumbo del país, quien se rinde frente al poder militar. Claro, la discusión que enfrentamos es semántica, tendríamos que definir qué entendemos por cambio porque también la reversa significa “cambiar”. Resultó que tanta fue su obsesión con Felipe Calderón que terminó por cometer el mismo error (o darle la razón). El caso es que nadie puede llamarse al engaño, todas las señales estaban ahí.
Si revisamos la historia de los últimos 50 años, somos una nación que está buscando permanentemente el cambio. Tanto insistimos en ello que hasta fuimos capaces de derrotar al viejo partido de Estado y en su lugar pusimos al voto como la gran deidad de la incipiente democracia mexicana. Tanto buscamos el cambio que de alternancia en alternancia hasta volvimos a poner al PRI de regreso en Los Pinos. Lo cierto es que a pesar de tantos cambios, seguimos siendo una sociedad omisa y negligente con la cosa pública. Nos refugiamos con la noción –errónea- de que si el estado de las cosas no nos gusta, tenemos al INE y nuestra credencial de elector para remediarlo en la siguiente elección.
Regresemos al episodio del Senado y las implicaciones que tiene la prórroga en la vida pública del país. ¿Qué fue lo que vimos? Me parece que tenemos elementos para decir que el PRI y el PRD (los restos de ambos para ser precisos) formalmente son partidos satélites del presidente López y su régimen. En el otro lado, están el PAN y el Movimiento Ciudadano, tampoco muy seguros de ser opositores. La sesión del Senado definió también el rostro de la nueva democracia militar mexicana. Y ahí es justo donde todo esto lastima en términos de civilidad, porque una vez más nuestra omisión y negligencia permitieron un asalto a las instituciones, pues mientras discutimos acerca de un montón de cosas sin sentido, los militares tiene formalmente todo el poder en lo que resta de este sexenio –que políticamente está terminado- y en una gran parte del sexenio que viene.
No cometa el error de cifrar todas “sus esperanzas” en que PAN y MC vengan a salvar la República, ese barco ya zarpó. Lo que debemos hacer es agruparnos y organizarnos y ocupar los espacios partidistas, ciudadanizarlos. Las dirigencias partidistas y sus grupos de interés no le van a hacer a usted NINGUNA CONCESIÓN. Aquí la clave es que entendamos que son organizaciones de interés público y no de grupos o facciones. En verdad, comience a activarse, estamos atravesando un proceso donde se decide si nos enfilamos a ser una República civilizada o militarista.
Finalmente, lo aprobado supone que habrá revisiones de las acciones del Ejército, que habrá fortalecimiento de cuerpos municipales y estatales de seguridad civiles. La cuestión es que desde 2019 eso ya estaba autorizado, ¿qué lo hace creer a usted que ahora sí van a cumplir? Es un poco difícil creer que el Ejército nos cuidará y garantizará nuestra seguridad cuando no tiene la capacidad de cuidar unos correos. Sin embargo, con tanto poder que han acumulado los altos mandos militares, unos pinches correos son lo de menos.
