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Don Polo y el gas

DonVix

August 3, 2021

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A principios de los años 80, mi familia vivía en un pueblo muy simpático en el estado de Guanajuato; yo acudía a la escuela primaria, el presidente de México era Miguel de la Madrid, y este país sufría carencias en bienes y servicios básicos, derivadas de las pésimas decisiones económicas de José López Portillo y Luis Echeverría.

En aquel pueblo sólo había un proveedor de gas L.P.: el señor Don Polo, un sujeto en sus cuarenta tempranos, rechoncho, moreno, con el cabello cortado al estilo militar, que siempre estaba de mal humor. Don Polo hacía todo en su negocio: él respondía el teléfono, él cargaba los cilindros llenos en el camión, él bajaba los cilindros vacíos, él hacía el reparto y la instalación de cada cilindro, él cobraba… y todo lo hacía mal.

Surtirse de gas en aquel pueblo en 1983 era, pues, un suplicio: no sólo tenías que llamar por teléfono varias veces hasta que Don Polo te tomaba la llamada, sino que debía tomarte la llamada varias veces y escuchar tus súplicas, hasta que lo convencías de brindarte el servicio; además, debías contar con el importe exacto para pagarle, pues don Polo jamás llevaba dinero para darte el cambio; y no sólo eso: también debías esperar en casa, muy atento, a que Don Polo se dignara a llevarte tu cilindro, pues no respetaba acuerdo alguno: aquel señor hacía sus entregas cuando podía, como quería, o como le dictaba su horóscopo, y tus horarios le valían muchísima madre.

Las quejas sobre Don Polo eran cosa cotidiana y común, pero no había mucho qué hacer: en ese entonces la participación en ese negocio era mucho más cerrada que ahora, y para poder dedicarse a él había que tener “palancas” (conexiones) en PEMEX, estar dispuesto a pagar sobornos, y sobre todo estar dispuesto a comerciar un producto cuyo precio (al público y al distribuidor) estaba férreamente controlado por la autoridad política. Todas esas restricciones hacían prácticamente imposible que surgiera un competidor para Don Polo, así que los habitantes de aquel pueblo no tenían más que resignarse a recibir un servicio pésimo.

“Ese cabrón de Don Polo lo que necesita es que le rompan su madre, compadre… y ya me están dando ganas de resolverlo yo”, le dijo una mañana mi padrino a mi papá.

“¡N’ombre, pinche compadre! Lo único que necesita es competencia… vas a ver que cuando tenga UN competidor, va a despachar los cilindros hasta sonriendo”, le respondió mi papá.

Yo no entendí entonces esa explicación, pero tres años más tarde, cuando llegó una empresa a distribuir gas L.P. en aquel pueblo, convirtiéndose en una opción ante Don Polo, la comprendí a cabalidad: la nueva empresa, aprovechando la libertad que empezaba a darse en algunos mercados, y confiando en las medidas económicas que el gobierno federal había empezado a realizar, contaba con una mejor estructura de negocios que Don Polo, y daba un mejor servicio; todo mundo prefirió ser cliente de la nueva empresa, y Don Polo se fue quedando solo… hasta que empezó a dar un mejor servicio, y entonces compartió un mercado que había sido, por muchos años, sólo para él. Y sí: llegué a verlo instalar un cilindro en casa de mis padres, muy sonriente, y sacando billetes y monedas para dar el cambio.

Han pasado 35 años desde aquella mañana, y justo ahora empiezo a prever el retorno de Don Polo al escenario económico de este país: después de seis gobiernos federales económicamente bien enfocados, ahora tenemos un gobierno federal que busca poner un límite oficial al precio del gas L.P., sólo porque el cretino que cobra como presidente prometió que habría de bajar, ignorando cómo funciona un mercado internacional.

También hoy, como seguramente sucedió en el pasado, veo gente ignorante aplaudiendo el presunto control oficial del precio de un bien indispensable, como es el gas L.P.: creen, como quizá también lo cree el imbécil de Andrés López, que se pueden controlar precios sin afectar el suministro… y están en un grave error. Poner un tope al precio de un bien o servicio, de inmediato condiciona su escasez: nadie está obligado a mantener operaciones cuando le limitan las ganancias, y ante un control de precios lo primero que sobreviene es un desabasto, una reducción de opciones entre las cuales elegir, y un deterioro generalizado en el suministro, volviéndolo incierto e inseguro y, por ende, más caro en términos reales.

Si no paramos los afanes de control estatista de este gobierno federal, en el futuro cercano veremos el surgimiento de un mercado negro de gas, para acceder al cual deberemos “conocer a alguien”, pagar un soborno y poner en riesgo nuestra vida y nuestra certidumbre jurídica, en lugar de simplemente, como ahora lo hacemos, tomar el teléfono y elegir, entre una docena de empresas, a cuál hacerle el pedido.

Jamás creí ver el regreso de Don Polo, por parecerme (correctamente) el fruto de un modelo económico estúpido y lesivo; hoy, con López cobrando como presidente, ya no estoy tan seguro. Si usted que me lee aprecia el tener opciones para elegir, y el gozar de un abasto suficiente y un servicio de calidad cuando requiere gas L.P., no aplauda el intento oficial de controlar su precio: hacerlo lo pondrá a usted contra la pared, y para cuando se dé cuenta ya será tarde.

De usted y de mí depende que Don Polo jamás regrese con su mal genio, su mal servicio, su incompetencia y su falsa valía: el afán de control estatista es un tobogán amplio que no tiene fin… no deje que lo metan en él.

DonVix

Soy Donvix y quiero saber. Me pregunto cosas sobre temas cotidianos, porque temo perderme de algo útil que esté sucediendo justo frente a mí. A veces logro encontrar una respuesta y, cuando lo consigo, es aquí donde las conservo y las comparto: los que también quieren saber me ayudan, y los estúpidos se enojan. Yo disfruto a ambos.

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