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Ha muerto Luis Echeverría Álvarez, epítome del populismo nacionalista latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX. Luego de su salida de la presidencia de la República, pasó el resto de su vida recluido y olvidado en su casa en Ciudad de México y, solo de tanto en tanto, cobraba relevancia por los reclamos en torno a los acontecimientos del 68. Mientras fue presidente, una y otra vez procuró redimirse de los sucesos estudiantiles en la Ciudad de México, de la que todos tenemos referencia.
Ahora valdría la pena tratar de entender qué significó su presidencia para la historia del país. Aunque ahora más del alguno quiera redimir los 12 años trágicos del nacional populismo, los datos nos indican que la corrupción, el desfalco y el despilfarro de ese periodo mandaron a este país a la bancarrota y la apertura y reforma que comenzaron a gestarse y a aplicarse a partir de 1982 en nuestro país -guste o no- nos pusieron en la vía de conectarnos con el mundo, volvernos un país más abierto, más competitivo, y más democrático.
¿Se ha preguntado porqué el presidente Andrés López nunca ha criticado esos doce años trágicos? la respuesta es obvia y sencilla: porque en ese país fue donde se educó políticamente, y porque abrevó del nacional populismo como parte de su visión del mundo, ello le da sentido a esta idea de “primero los pobres”, donde el Estado es protector y benefactor pero también restringe la libertad en pos de un equilibrio social en el que los ciudadanos confían en la palabra del señor presidente como si fuera un redentor. Esa relación es nociva porque vuelve al poder público opaco y jamás nos convendrá un Estado que no explica ni rinde cuentas.
Es probable que Andrés López de manera consciente no pretenda parecerse a Echeverría, por la evidente mala opinión del expresidente en la opinión pública, pero en su relato contra “la larga noche neoliberal” (por cierto en la que él todavía permaneció en el PRI hasta 1989 si iniciamos el conteo en 1982) ve un choque contra los años dorados del PRI que comienzan con Cárdenas (a quien quiere parecerse con la construcción a medias de una refinería) y terminan con José López Portillo (a quien tampoco nunca ha criticado ni lo hará). Llama la atención esto de manera particular con los votantes jóvenes, quienes es obvio que no entienden la referencia histórica de estos años. Justo en medio de esa batalla por la libertad estamos y no la hemos dimensionado del todo.
Por lo pronto me despido, nos volvemos a leer a partir del 12 de agosto. Agradezco el espacio a @donvix para exponer en su website algunas ideas que puedan sernos a todos de utilidad.