Compartir en tus redes sociales:
Mis padres están listos; ayer les pregunté si este domingo querían ir a desayunar y luego ir a votar, y mi madre respondió: “Mejor primero a votar, m’ijo, para ya dejar eso listo”. Mi padre, a su lado, confirmó.
Igual que ellos, millones de mexicanos cuentan las horas para llegar a la casilla, a la mampara, y poder votar contra la destrucción de México: están, literalmente, ansiosos de que llegue ese momento. Yo también lo estoy.
La mañana del próximo domingo seis de junio, los ciudadanos vamos a inundar las calles con entusiasmo, civismo y solidaridad, para empezar a revertir el terrible error de 2018 en forma legal, ordenada y pacífica; para eso son las elecciones: para alternar ideas, proyectos y caras en los cargos públicos, y así poder potenciar las buenas decisiones y corregir las malas.
El vecino taxista, que suele ser hosco, ya se ofreció para acercar a los adultos mayores a la casilla; la niña bien del departamento de compras, que nunca vota, ya preguntó dónde le toca votar ahora y qué necesita llevar; los hijos de mi amigo, mexicanos en edad preescolar, le recuerdan todos los días que el domingo “hay que ir a votar”.
Cientos de miles de casos como estos, están burbujeando en todo nuestro país: vamos a salir como nunca a manifestar que somos ciudadanos, que no queremos sufrir más retrocesos, y que una pandilla de incapaces a la sombra de un caudillito, no nos va a someter.
El maestro, el alumno, y su compañero; las que trabajan muy temprano y las que lo hacen hasta muy tarde; los que llegarán en auto, los que llegaremos a pie; los que pisan torpe, los que pisan fuerte, los que pisan cansados; los que han sufrido muertes, y los afortunados que sólo la han visto pasar muy cerca; los que tienen menos que antes y los que tienen nada; las águilas y las chivas, y por supuesto los albañiles; los que tienen muchas opciones y los que no tienen de otra; los que quieren un mejor futuro, y los que exigen un presente que no dé miedo, que no dé asco, que no dé pena.
Seremos muchos, y seremos todavía más que los visibles, porque a cada uno de nosotros nos acompañará, hasta la intimidad de la mampara, el tío que murió en su casa, sin saber que padecía covid19; la tía que murió en el hospital, mal atendida por este gobierno federal de cuarta; la niña con cáncer que murió por no haber medicinas, que antes sí había; los amigos que murieron por viajar en un convoy del metro, en ciudad de México. Todos ellos van a votar con nosotros, para que nunca vuelva a haber un gobierno tan nefasto y torpe; van a caminar detrás nuestro, cuidando las espaldas, para que nada nos desvíe; y van a vernos corregir el rumbo, unos avergonzados y otros furiosos, pero todos con un mismo objetivo: mandar al carajo a Andrés López y su proyecto vetusto, ridículo, criminalmente torpe y sobradamente hijo de puta.
Esta elección es, como todas, un río que debemos cruzar para alcanzar otra orilla. En esta ocasión el río luce turbulento, pero si miramos muy bien dónde pisamos, si nos damos la mano, si no nos soltamos, cruzaremos seguros y en orden, sin dejar a nadie atrás.
Vamos a cruzar el río. Nos vemos al otro lado.