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Llevo 27 años votando, y ha valido la pena.
Con cada proceso desde 1994, he colaborado para construir un país, un estado y un municipio mejores. Cada vez he sido más libre, he podido hacer más cosas, he conocido más gente y esa gente me ha sido más grata. Con cada elección he vivido mejor, y todavía quiero más.
Yo aún tengo muchas metas, y gente con quien compartirlas; tengo por delante muchas cortinas por descorrer, y escaleras por subir, y fuegos por encender. Y no voy a dejar que una mala decisión de muchos, hace tres años, me quite una sola de ellas.
A mí, mis padres me pusieron a correr en un México cada vez más libre: lucharon contra gobiernos pésimos, aislacionistas y empobrecedores por diseño, hasta conseguir uno mejor enfocado y más abierto, justo a tiempo para que yo compitiera con mis iguales, y no contra todo un sistema. Y no les voy a pagar dejando algo menos útil que eso.
Yo todavía veo gente que lo pasa mal, a la que debo ayudar. Y veo a gente muy joven, que apenas va a comenzar a caminar sola, a la que quiero orientar. Y veo a dos niños que cuando sonríen todo lo componen, que ni idea tienen de la amenaza bajo la cual están abriendo los ojos… y no los voy a dejar solos.
Yo todavía me emociono camino a la casilla, y me conmueve encontrarme con mis vecinos, serios y eficaces, repartiendo boletas y dando indicaciones, cuidando mi voto.
Yo todavía disfruto encontrar a mis amigos participando de la elección, ignorando por quién votan pero seguro de que todos buscamos tres cosas: orden, progreso y solidaridad.
Yo todavía tengo la oportunidad de cambiar proyectos, caras y resultados en forma pacífica, gracias al voto. Y la voy a aprovechar este domingo.
Yo todavía voy a sembrar árboles, para que le den sombra a quienes apenas van, y voy a cortar bastones, para que sean apoyo de quienes ya vienen.
Yo no me rindo. Yo todavía creo. ¿Tú votas? Yo, todavía…