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México se está rediseñando justo ahora, mientras escribo estas líneas, mientras usted las lee, y también más tarde, mientras ambos dormimos. Y lo está haciendo al mismo tiempo que se prepara para llevar a cabo la elección más amplia de su historia: el domingo 6 de junio de este año, se elegirán más de 20 mil cargos; 500 diputaciones federales, una senaduría (por Nayarit), y 19,915 cargos locales, entre gubernaturas, presidencias municipales y diputaciones.
Esta coincidencia de ambos procesos no es casual, y representa una oportunidad para incidir muy sensiblemente en el rediseño de nuestro país, aprovechando la circunstancia electoral: nunca son tan vulnerables los partidos políticos y sus liderazgos a la exigencia ciudadana, como cuando necesitan su voto. Lo que no se consigue en época electoral, cuesta el triple conseguirlo entre comicios, así que la primera noción que debemos tener presente los votantes mexicanos es que, justo ahora, estamos contra reloj.
La siguiente noción que debemos adoptar, es que esta NO es una elección nacional, sino un conjunto de 32 elecciones locales; no se elige presidente de la república, y tampoco senadores; sí se renueva la cámara de diputados federal, y es por ello que muchas personas insisten en tomarla como una elección nacional, lo cual es un error GRAVE: para quienes buscamos trascender ya a la criminal gestión de Andrés López y sus secuaces, lo que menos nos conviene es simplificar el discurso en torno a estas elecciones, como si se tratara de una sola nacional; hacerlo implica simplificar también el trabajo de los candidatos del partido de López, permitiéndoles acogerse a su imagen y popularidad, dependiendo de un solo discurso centralizado en lugar de que deban elaborar discursos originales, locales y aterrizados. Siendo los candidatos del partido de López, en lo general, personas de ideas y formas muy primitivas, permitirles acogerse al discurso abstracto de López es ponerlos a salvo de su mayor riesgo electoral: quedar exhibidos ante sus votantes como estúpidos e incapaces.
Así, llegamos a la tercera noción que debemos considerar en este momento cívico: el discurso abstracto es mera verborrea, y es un recurso básico de todo régimen populista, en contraposición al discurso CONCRETO, propio de un régimen liberal; el populismo suele recurrir a un discurso abstracto, plagado de nociones vagas (“soberanía”, “grandeza”) simple y sencillamente porque así se ahora el diagnóstico, y evita rendir cuentas hasta en los aspectos más primarios: nadie puede medir objetivamente la soberanía o la grandeza, y ninguna de ellas es útil en el día a día de los ciudadanos.
Estas tres nociones (urgencia de acción, naturaleza local de la elección, y utilidad del discurso concreto) deben guiar todos los actos y todas las palabras de aquellos que nos oponemos a López y lo que representa, si el seis de junio queremos obtener resultados que nos permitan participar en el rediseño de México, y no ser solamente músculo cívico de grupos y partidos.
Si estas elecciones son locales, y es así como nos conviene encararlas a los opositores a López, lo primero que debemos hacer es dividir el discurso para ajustarlo al ambiente local, y así tener más opciones al momento de elegir. No es lo mismo votar en Nuevo León que en Tabasco, o en Querétaro, o en Ciudad de México: cada entidad tiene una circunstancia propia, y cuenta con recursos diferentes; más aún: la mayoría de los ciudadanos de cada entidad desea alcanzar metas distintas, y eso es algo con lo que debemos aprender a vivir, si realmente aspiramos a ser demócratas.
Pretender derrotar a López (y a todo lo que representa) jugando en la cancha nacional, ignorando la textura de las localías y sobresimplificando el discurso al punto de volverlo abstracto, es una receta para el fracaso, aun cuando se haga con toda la buena voluntad del mundo: en manos del incapaz, ni la dinamita estalla. Ya puede López prenderle fuego al país con sus decisiones: si la crítica a su desastre no se aterriza localmente, y si las soluciones propuestas no encajan con razonable suavidad en la realidad de cada ciudad y estado, el caudillito tabasqueño seguirá gozando de suficiente margen electoral y político para derribar hasta la última piedra.
Si, por el contrario, suficientes ciudadanos somos capaces de fragmentar el discurso al punto de volverlo MUY concreto, aterrizándolo en el día a día propio, logrando que los candidatos se ajusten a él, López y sus guionistas no podrán presentar batalla: nadie puede elaborar 32 discursos diferentes sin tropezar entre ellos, y mucho menos diseñar una campaña que sirva en miles de municipios diferentes. La clave está, pues, en reconocer la diversidad de los casos: atender cada uno en el ambiente local es relativamente sencillo; pretender hacerlo desde una oficina en Ciudad de México, es imposible.
Vamos a simplificarnos las cosas, y a complicárselas a este régimen populista, autoritario y torpe, mexicanos: hablémonos y actuemos en lo local. Que la señora que sufre por violencia en Guanajuato encuentre una solución útil a través de candidatos cercanos, mientras el productor agrícola de Sinaloa que sufre por la sequía encuentra la propia; y así en todo el país. Los retos y problemas de cada día, los entiende cualquiera que sufra sus efectos… para eso no necesitamos grandes exposiciones ni nociones complejas: en medio de un incendio, nadie espera sentado a que le den instrucciones.
No hay populista que resista el choque con la realidad, y no hay caudillo que sobreviva aislado: estas elecciones nos brindan la oportunidad de liquidar al régimen centralizado con una metralla de circunstancias locales, y de aislar al caudillito dejándolo quieto en su trono inútil; en este proceso electoral López NO juega, no cuenta, y no existe para el votante, a menos que sus opositores seamos tan torpes como para ir a buscarlo.
Pensar y hacer por cuenta propia en el ambiente local, con un discurso concreto y sin perder tiempo, no sólo nos permitirá hacer elecciones útiles para el congreso federal y los cargos locales: también nos dará un espacio común de diálogo y solución entre ciudadanos, y entre estos y sus autoridades, para atender lo que vendrá a partir del día siete de Junio… la jornada del domingo previo será apenas el comienzo.
Vamos a hacerlo ya, mexicanos. Hoy hay ancianos que miran con tristeza la demolición de lo que construyeron con tanto esfuerzo; hay niños que ignoran por completo la amenaza que se cierne sobre ellos; hay mujeres que recién comenzaban a gozar de equidad, viendo que las puertas se cierran otra maldita vez; hay jóvenes emprendiendo en medio del derrumbe, y muchos mexicanos perdiéndolo todo. Todos ellos son valientes, y merecen otra oportunidad clara, generosa, para salir adelante y vivir en paz.
Vamos a dársela. Vamos a dárnosla. Para eso nacimos libres: para parir más libertad cada día. Otra cosa, será un fracaso.