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Seguramente se ha enterado usted del reportaje de Latinus donde se señala la red de tráfico de influencias del hijo del presidente, a propósito de una serie de obras donde se construía el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Lo estuve pensando y creo entender lo que realmente sucede. Se habla en el reportaje de 100 millones de pesos producto de contratos otorgados a empresas de los amigos de Andrés López, y la verdad es, como dijo el presidente, 100 millones de pesos no son nada. El joven López no está medrando con el presupuesto público, al contrario, está recibiendo una justa retribución a los años de lucha de su padre siendo opositor pagado con nuestros impuestos. Es más, creo que la cifra pudo ser mínimo diez veces mayor. Más aún, merece mil puñados de oro ¿Por qué no?

Me voy más a fondo. ¿Por qué preocuparnos por una nación cuya población nunca ha entendido para qué sirve el aparato de Estado ni la ciudadanía? Piénselo bien, ¿para qué queremos una Suprema Corte de Justicia de la Nación? Son necedades propias de gente sin criterio querer contar con instituciones fuertes que defiendan sus derechos de los arranques autoritarios.

¿Para qué queremos un Instituto Nacional Electoral? ¿Por qué deberíamos tener derecho a votar cuando podemos resolverlo todo a mano alzada con unas papeletas en el Zócalo o en la plaza pública principal de nuestra ciudad? No necesitamos funcionarios de gran formación académica, como Lorenzo Córdova, dirigiendo una entidad autónoma para garantizar elecciones libres. Ese junior perfumado debió rendirse hace mucho tiempo a la causa presidencial en lugar de estar comportándose autónomamente.

¿Para qué queremos gobernadores y alcaldes formados en la división de poderes? Es más fácil elegir autoridades locales que sean simples promotores de la agenda de la transformación que encabeza el presidente. No sé usted, yo no necesito que mi gobernadora exija al gobierno federal lo que corresponde a mi entidad en la distribución de los recursos nacionales. En mi caso, en Baja California yo quiero que la gobernadora Marina del Pilar Ávila siga siendo la reina del tiktok, que sea una celebridad. Y en cuanto a la presidenta municipal de Tijuana, prefiero que siga siendo una inepta e improvisada. ¿Para qué distraerlas con temas sofisticados de gobierno?

¿Para qué queremos senadores y diputados que nos representen? Es muy cansado estar insistiendo en que nos defiendan. Qué flojera estar siguiéndoles la pista, escribiéndoles en redes sociales, llamarles por teléfono, visitarlos en su oficina, solicitarles que rindan cuenta de lo que votan.

Ya dejemos de luchar, dejemos de ir contra la corriente, dejemos de querer civilizar y democratizar una nación que no vale la pena. Me cansé de ir por la vida tratando de dialogar con gente que no tiene el menor interés en nada. No tiene caso estar insistiendo en decirle a nuestros vecinos y amigos que podemos ser un país mejor, bien desarrollado, bien alimentado, con un buen Estado de bienestar.

Nada de eso lo necesitamos, es por demás querer ser sofisticados ¿quién quiere ser ciudadano así? Podemos seguir viviendo de becas y migajas que tenga a bien darnos el autócrata. Seamos pasivos, inactivos, aprendamos a vivir al día, sin sobresaltos ni preocupaciones cívicas.

Lo que en realidad necesitamos todos es rendirnos. Justo hoy al llegar a mi casa, vi a un vecino metiéndose -imprudentemente- en la fila de acceso a nuestro barrio, conduciendo un vehículo ilegal a exceso de velocidad, sin importarle si provoca un accidente vial y pensé: “así debería ser nuestro modelo a seguir, ese es un buen mexicano”. Yo no sé usted, yo me rindo y prefiero que ahora sí me haga justicia la transformación, como en el pasado a otros tantos les hizo justicia la Revolución.