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En esta ocasión seré brutalmente honesto en cuanto a lo que sucede en Baja California y para ello permítame hacer un recuento. Como parte del proceso de definición de las candidaturas al Senado, aquí en la entidad el PAN y el PRI decidieron participar en el proceso electoral del próximo 2 de junio en alianza, y como parte de los acuerdos a AN le tocó número 1 y al PRI nominar al 2. Acción Nacional abrió su proceso de inscripción y manifestaron su interés el Lic. José Guadalupe Osuna Millán, ex gobernador de Baja California, ex diputado federal, ex alcalde de Tijuana y ex director de la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana; y el Lic. Gustavo Sánchez Vázquez, quien fue alcalde de Mexicali a partir de 2016 y perdió su reelección en 2019.
El pasado martes 23 de enero se llevó a cabo la reunión de los miembros del consejo estatal del PAN, en la cual los consejeros decidieron votar por el Lic. Gustavo Sánchez con 22 votos por encima de los 16 obtenidos por José Guadalupe Osuna Millán. El resultado llamó la atención de todos los círculos políticos en la entidad porque para todo mundo acá (incluidos los morenistas) lo más natural era que los panistas -si querían competir y ganar- nominaran al exgobernador Osuna, por su palmarés electoral, por su trayectoria política y por el reconocimiento del que goza por sus resultados de gobierno. Conforme avanzaron las horas luego de la decisión, comenzaron a surgir versiones con respecto de la intervención de cierto grupo político en favor de Gustavo Sánchez. Al parecer dicho grupo sigue teniendo mucha influencia entre los panistas, aunque socialmente está muy desacreditado por sus pésimos resultados en la última gubernatura panista y la última alcaldía panista en Tijuana.
¿Qué hubiera significado la nominación y eventual victoria electoral de Osuna Millán? De entrada, el aislamiento de este grupo político que hoy controla al partido en la entidad y, por otro lado, la recuperación del rumbo para el partido, así como el restablecimiento gradual del prestigio que por mucho tiempo tuvo la institución. Además, hubiera significado una reconciliación con sus votantes.
¿Cómo interpreto todo esto? Puedo decir, sin temor a equivocarme, que Acción Nacional ha decidido entregar la elección en Baja California. Sin un candidato a Senador fuerte, difícilmente los candidatos a alcaldes, diputados federales y locales podrán estar en condiciones de competir, y para ello basta con saber que la mitad del padrón electoral está en Tijuana. Es decir, la mera lógica electoral indicaba que la fórmula al Senado debía encabezarla un actor político de peso y con mucho reconocimiento. Además, el exgobernador Osuna Millán tiene un buen reconocimiento en el estado, y significaba una gran alternativa y una seria posibilidad de ganar la elección y con ello impulsar la victoria de otros candidatos de la alianza. Con esto, Acción Nacional se enfila a perder su cuarta elección consecutiva: se perdió todo en 2018, 2019 y en 2021.
Me parece que al PAN el pasó lo que al PRI en Baja California cuando sucedió la alternancia en 1989 y tuvo que comenzar a ser oposición. Después de estar décadas en el poder y perderlo en las urnas por sus malos resultados en los gobiernos locales, los panistas ya no supieron qué hacer. Hoy navegan entre el descrédito por no deslindarse públicamente de aquellos que le fallaron a los votantes (justo el grupo que operó esta nominación al Senado), no hay ideas, no hay voluntad de rectificar y han preferido administrar las migajas de la derrota y aferrarse a algunos cuantos espacios en lugar de volver a aprender a luchar, de reconectar con sus votantes. Es evidente que la apuesta es asegurar un espacio para disfrutar de la dolce vita sin importar nada más.
Finalmente, la forma de la decisión es muestra del extravío cultural panista. Lejos quedaron aquellos años cuando el panismo se construía a base del prestigio social de sus integrantes, lejos están los tiempos donde ser panista era un signo de orgullo frente a los adversarios. Lejos está aquel partido que en asambleas públicas votaban todos sus militantes por sus candidatos y hoy, secuestrados por el miedo, deciden “en cortito” y contra sus votantes. La involución política es evidente, justo lo que temía Luis Felipe Bravo Mena a quien me permito parafrasear de su libro “Acción Nacional, ayer y hoy. Una esencia en busca de futuro”: Si el partido solo se dedica a ganar elecciones terminará siendo un cascarón.