Compartir en tus redes sociales:

Para quien aún no lo haya notado, estamos en franca campaña electoral, sobre todo a partir de los resultados de la elección intermedia en 2021. El que cobra como presidente de México, se quedó sin guión ni estrategia para presidir y mediar entre los distintos grupos de interés. De tal suerte que la única alternativa que ofrece para no enfrentar la realidad de los magros resultados es adelantar la sucesión presidencial de 2024, denigrándola a una competencia de corcholatas.

Por su parte, los políticos que cobran (y cobran muy bien) como “oposición” juegan y juegan con la supuesta alianza opositora, la cual ciertamente tuvo mucho éxito en el contexto de la reforma eléctrica pero que, al día de hoy, parece ser que solo fue flor de un día. De la eventual construcción de una candidatura presidencial opositora simple y llanamente no hay tal, porque en primera instancia no hay ni siquiera un proyecto de gobierno serio, sobrio y factible por defender.

La Dra. Sheinbaum, supuesta jefa de gobierno, de manera muy particular ha tomado un impulso importante y dedica tiempo sustancial a giras por las entidades federativas, tratando de ser reconocida. El pasado fin de semana estuvo en Tijuana, presentando las bondades de diversas políticas implementadas en la CDMX y firmando un convenio con el gobierno para compartir experiencias de la aplicación de tecnologías en servicios de gobierno. Sería irrisorio si no fuera porque sobre su conciencia pesa la muerte de 26 personas por la caída de la línea 12 del metro y porque hemos visto en medios que los controladores de ese sistema de movilidad lo hacen sobre un tablero con fichas.

El que cobra como presidente ha declarado esta semana que impulsa la militarización, ya lo dijo abierta y descaradamente. Vaya declaración de quien estuvo casi 20 años en campaña permanente (de la cual debe una explicación en términos de financiamiento) en la que presumió que le había dado varias vueltas al país y que tenía claro el diagnóstico y la solución, y que claramente dijo que regresaría el Ejército a los cuarteles. Ahora, ante la atroz realidad de la violencia que tiene el país bañado de sangre y por su evidente incompetencia como presidente, sale con el cuento de que cambió de opinión. Y no solo no mandó a los militares a sus bases, sino que ahora los tiene en todos los ámbitos de la vida pública.

Todos estos son ejemplos de un país hundido en la incompetencia, inundado de votantes incompetentes que no terminan por entender el poder que tienen por encima de actores y partidos políticos. Pareciera que estamos frente a una competencia interminable entre la clase política y la sociedad para ver quién puede ser más incompetente. Y en esas estamos y en esas seguiremos mientras los votantes no entiendan que deben dar el paso siguiente. No hay de otra, las opciones se están terminando.

Lo más grave de este escenario es que los votantes nos negamos a sumir plenamente nuestro rol de ciudadanos para presionar a las dirigencias partidistas y usar su estructura electoral para poner por encima de la mesa lo que a nosotros nos importa. Vaya nación ausente de la definición de su presente y su futuro.