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Como ha sido desde su inicio, este gobierno reitera que la sociedad civil ORGANIZADA le estorba, no le agrada nada que tenga que ver con ciudadanos libres. En estos días estamos discutiendo dos temas, uno de ellos la contrarreforma eléctrica y el otro la miscelánea fiscal del 2022.
En cuanto a la contrarreforma eléctrica lo digo claramente: ni usted ni yo comemos soberanía, no se deje engañar por la supuesta noble intención de los mensajeros del estatismo bueno que ofrecen el presidente y Manuel Bartlett argumentando que saben “lo que es bueno para México”. Lo que requerimos es una reforma mucho más profunda que consolide –con reglas claras- un mercado nacional de energías limpias y baratas, con muchas empresas ofreciendo sus servicios y que usted como consumidor tenga la libertad de decidir a quién comprarle. Cualquier otra opción es nociva.
En cuanto a la miscelánea fiscal, resulta que el (des)gobierno federal ha promovido (y logró la aprobación) en la Cámara de Diputados a fin de limitar las deducciones de las aportaciones que realizan las personas físicas en favor de organizaciones de la sociedad civil. La idea es topar todo a un máximo de 15% en las deducciones, entonces eso obligaría a que todo vaya en una sola bolsa: seguros de gastos médicos, hipotecas, colegiaturas, gastos funerarios, donaciones, entre otros. ¿Cuál es el fin? Dice el que cobra como presidente que solo el Estado puede ayudar porque en su visión centralista y retrógrada del mundo, solo el Estado puede apoyar en obras sociales, fomento a la cultura o la filantropía, pero no los ciudadanos o las empresas, porque “solo el gobierno puede atender al pueblo”.
Estamos frente a un (des)gobierno que no tolera que la sociedad civil ORGANIZADA pueda tomar la iniciativa por su cuenta porque el cobra como presidente está atorado en el México que vio en su juventud, con un Estado “fuerte” e “interventor” en todos los ámbitos de la vida del país. Por supuesto, es necesaria la labor del Estado, pero más importante es una sociedad civil organizada que supervisa y evalúa a sus autoridades.
Ya lo dije en una columna anterior, la oposición somos usted y yo porque los que cobran como tal no están haciendo lo suficiente, no me cansaré de decirlo: es hora de activarnos, de escucharnos y acordar y actuar en torno a lo que sí queremos. Hay que construir una alternativa frente al desastre. En caso de no hacerlo, lo poco que habíamos construido terminará por irse al diablo (de hecho, ya hay un daño evidente en la estructura de la administración federal con tanta “austeridad” o el daño al sistema de salud). El país medianamente moderno -claro, con todos los matices que usted quiera agregar- que se había desarrollado en los últimos 35 años entró en un proceso de degradación, con un presidente fallido que vive en la ensoñación de centralizar todo el poder, cuando en realidad es una marioneta de los nostálgicos del echeverrismo.
Quizá no lo alcanzamos a percibir pero México está frente a una encrucijada: ir al futuro incierto o regresar al pasado de “certidumbre”. Al menos en mi caso, prefiero la posibilidad de la incertidumbre para construir un país nuevo en total libertad. Y para ello la primera condición es ser ciudadanos libres.
¿Usted ya decidió qué es lo que quiere? Si no lo ha hecho, ya va tarde.