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Durante la Edad Media era común que, ante la desaparición de la autoridad civil del antiguo Imperio Romano, la sociedad se sintiera en abandono y la incertidumbre.
Cuando había amenazas de saqueos los señores feudales locales y regionales se encerraban tras los muros de sus castillos y dejaban a la gente a la deriva. La última opción que tenían era esperar que sus ejércitos privados pudieran repeler la agresión y salvar el pellejo.
Justo esta breve estampa histórica que le acabo de describir es lo que sucede en Baja California y muy particularmente en Tijuana.
Mientras le escribo este texto, los datos indican que junio fue un mes muy violento en Baja California y esta ciudad fronteriza está en el top 10 de las ciudades más violentas en el mundo. Y así, frente a la amenaza delincuencial la presidenta municipal, Montserrat Caballero Ramírez, anunció esta semana que la Guardia Nacional le recomendó irse a vivir al cuartel de la zona militar en la ciudad.
Y a pregunta expresa de los reporteros respondió que sí tenía miedo como cualquier ciudadano. Todavía se dio el lujo de decir que iba a mudarse con sus mascotas y su hijo, y que iba a provechar la disciplina militar para formarlo.
Dejando de lado todo lo que pudiera decirse al respecto, en términos de comunicación política el metamensaje es claro: el Estado ha abandonado a la sociedad tijuanense a su suerte y estamos a la deriva.
Todavía para que el tema sea más grave, el presidente Andrés López señaló que tanto la presidenta municipal, como la gobernadora Ávila Olmeda y el ex gobernador, y hoy senador, Bonilla fueron amenazados por la delincuencia. Es decir, tuvimos que saber por el presidente lo que está sucediendo con la autoridad local.
Y justo cuando estamos en medio de la más terrible crisis de inseguridad en el estado (superando lo que vivimos en 2007-2008) la gobernadora declaró que ella no se irá a vivir al cuartel porque “no tiene miedo”. Es decir, ni siquiera en el desastre dejan de pelear para ponerse de acuerdo y responder a las tareas.
El PAN estatal (en un destello de oposición en medio de su letargo) ya puso en la discusión pública que la presidenta municipal presente su renuncia ante el evidente abandono.
Yo iría mucho más allá, ni la gobernadora, ni los 5 presidentes municipales ni los legisladores locales han podido cumplir con su tarea: garantizar seguridad y estabilidad.
Desde mi punto de vista, llegó el momento para que en Baja California comencemos a hablar de la desaparición de poderes ante la evidente nulidad de las autoridades civiles. Ya estamos en un punto de no retorno.