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La segunda vuelta electoral es una mala idea para México, por tres motivos:
1) Sólo beneficia a los partidos políticos y sus dirigencias, porque les permite un mejor control sobre el desenlace de la elección, en detrimento del votante.
2) Fomenta contiendas electorales radicales, agresivas, con discursos simplones, y crea un ambiente de confrontación entre “malos” y “buenos”.
3) Sirve para legitimar en automático, con más de la mitad de los votos, a cualquier gobierno, por malas que sean sus propuestas.
La segunda vuelta electoral, en la que sólo van a la boleta las dos opciones que hayan obtenido la primera y segunda minoría de votos en la primera ronda, le permite a los partidos políticos ACORDAR EXCLUSIVAMENTE ENTRE ELLOS, ANTES de la elección definitiva.
Si para la primera ronda todos los partidos deben exponer sus programas ante los votantes, y hacer campaña, y convencer a partir de propuestas y concesiones a la ciudadanía, para la segunda ronda les basta acordar entre las cúpulas la forma en que se repartirán el pastel, yendo en bloque detrás de una de las dos opciones sobrevivientes, en una negociación que ya no toma en cuenta a los votantes, ni a las promesas que les hicieron.
Para algunos votantes en México, la segunda vuelta electoral suena como una buena idea, sólo porque les simplifica la decisión que deben tomar ante la boleta: o es “A”, o es “B”. Esos votantes suponen, ingenuamente, que al menos una de esas opciones les convendrá, y que podrán identificarla fácilmente… eso es un error grave.
La segunda vuelta no garantiza que una de las dos opciones sea útil, y los recientes ejemplos de Colombia y Brasil así lo demuestran: en ambos casos, el votante debió elegir entre dos opciones muy malas, tratando de encontrar visceralmente a la que pudiera resultar un poco menos dañina; en México sería exactamente el mismo caso.
Al existir la segunda vuelta electoral en México, los partidos y sus candidatos ya no tendrían porqué hacer su máximo esfuerzo en ganar la elección en la primera votación, pues tendrían mayor margen para no comprometerse con el electorado: les bastaría asegurar el segundo lugar para ir a una segunda ronda, en la cual ya podrían limitarse a negociar con las cúpulas de los partidos minoritarios, en forma totalmente ajena a los votantes.
Y los votantes tendrían que conformarse, como en Colombia y Brasil, con elegir la oferta menos mala ya sólo entre dos opciones, y no entre tres o más, alguna de las cuales podría haber sido una opción más útil.
Para los individuos que forman una sociedad, siempre será mejor tener una mayor oferta de cualquier bien, incluidas las propuestas político-electorales: igual que para elegir un par de zapatos, un restaurante para comer o una marca de combustibles, dos opciones son mejores que una, tres son mejores que dos, y muchas son mejores que pocas; es un planteamiento muy sencillo, pero a veces lo olvidamos.
La diversidad en la política, pues, juega a favor de las sociedades; la reducción de la diversidad, juega en su contra. La oferta escasa de opciones juega a favor de los gobiernos, pues permite un mejor control del desenlace electoral, y eso sucede siempre en detrimento del votante.
La segunda vuelta electoral ANIQUILA LA DIVERSIDAD política, y favorece una dinámica de confrontación: al haber sólo dos opciones, y sabiendo que el miedo es un gran motivador electoral, los discursos tienden a radicalizarse, abandonando por completo las propuestas y centrándose en descalificar al otro, a infundir miedo, y a colocar al electorado en un escenario de todo o nada: “o votas por mí, o con el otro te irá PEOR”.
Así, la segunda vuelta, al menos en Latinoamérica, es una herramienta que sirve para LEGITIMAR como gobierno a pésimas opciones políticas: al otorgar, sí o sí, la mayoría simple a una de las opciones en la boleta, convierte a esta en un gobierno legitimado en los hechos y en el discurso, más allá de toda objeción, aún y cuando se trate de gobiernos demagógicos, ineptos o ladrones, o todo eso junto.
¿Ha visto usted la forma en que el gobierno de López, para justificar sus atrocidades, siempre recurre a la popularidad del “presidente”, y al 53% obtenido en las urnas? Bueno, ahora imagine que, gracias a la segunda vuelta electoral, ya ni siquiera se necesitaría un candidato carismático como López (y un gran acuerdo pre-electoral entre grupos políticos) para obtener la mayoría simple en una elección, sino que sucedería en automático gracias a que deberíamos votar entre sólo dos opciones, por malas que sean. Sería un desastre.
Hoy, en México, hay en marcha una negociación entre todos los partidos políticos, que busca modificar al INE, nuestro árbitro electoral, para debilitarlo y capturarlo. Para conseguirlo, algunos diputados supuestamente opositores, están tratando de convencernos de que la segunda vuelta electoral (y el voto electrónico, sobre el cual escribiré en otro texto) son medidas que nos empoderan a los ciudadanos, cuando en realidad sólo los empoderan a ellos y a sus partidos.
Esos diputados nos mienten diciendo que vale la pena reformar al INE, a cambio de tener el derecho a una segunda vuelta electoral, la cual en realidad a nosotros los ciudadanos en nada nos beneficia. ¡No permitamos que capturen al INE! Y tampoco permitamos que, para ello, nos cuenten cuentos sobre la segunda vuelta electoral.
El INE no debe ser modificado hasta que López y su pandilla de criminales se hayan largado del gobierno federal. El INE no se toca, no se modifica, y no se debilita… depende de nosotros que se mantenga funcional y fuerte. ¡Vamos a defenderlo!